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La Política de las Ilusiones y la irresponsabilidad de pretender engañar a los electores [Por Claudio Barrientos]

En pocas semanas, Chile volverá a vivir un proceso electoral decisivo. No solo estará en juego la elección presidencial, sino también elegir a la Cámara de Diputados y de la mitad del Senado. En el caso de Magallanes, nuestra región debe elegir a sus tres representantes en la Cámara Baja.

Es en este contexto donde surge una interrogante que, aunque recurrente, no deja de ser pertinente: ¿qué sentido tiene una candidatura cuando su propio protagonista sabe que no tiene posibilidades reales de ser electo?

La respuesta, por incómoda que resulte, parece residir en una suerte de autoengaño político o, peor aún, en una práctica que unos pocos quieren naturalizar: la de convertir la postulación en un ejercicio de visibilidad personal, en una plataforma momentánea para mantenerse creer que están vigente o, simplemente, en una oportunidad para solo “figurar” por unos días dentro del debate público local.

Estos candidatos —reincidentes en distintas contiendas que siempre las han perdido— se transforman en pseudos ilusionistas de la política, porque más que ofrecer ser una alternativa ni siquiera tiene la capacidad de asumir compromisos reales, porque saben que nunca llegarán a materializarse, esto porque también saben perfectamente que las cifras, las proyecciones y el respaldo ciudadano no los acompañan. Peor aún, suelen recurrir a la crítica fácil, al ataque personal y a la descalificación del adversario, como si el desprestigio ajeno fuera suficiente para levantar su propia imagen.

Pero el problema va más allá de lo electoral. Este tipo de candidaturas sin  contenidos terminan por degradar y degradarse a ellos mismos, desplazando la discusión de las ideas y quedándose en la pequeñez. La consecuencia de esos actos solo ayuda al debilitamiento de la confianza ciudadana en la buena política.

Magallanes no es una región anónima. Aquí nos conocemos. Sabemos quiénes trabajan por la comunidad y quiénes reaparecen cada cierto tiempo con discursos reciclados. Por eso, el desafío no está solo en los candidatos, sino también en la ciudadanía. Es el votante informado, consciente y exigente quien tiene la responsabilidad de separar el compromiso genuino del simple oportunismo.

Las elecciones deben ser un espacio para confrontar visiones, propuestas, mostrar la experiencia y demostrar la buena fe… no para insistir en inventar para beneficio propio rencillas de baja monta. La crítica siempre es válida cuando nace de la convicción de mejorar, desde la honestidad, esa que al parecer pocos pueden mostrar, porque pierde todo valor cuando se convierte en rutina, en un discurso vacío y reiterativo.

Chile, y especialmente Magallanes, necesita representantes capaces de entender que la política no se trata de meros protagonismo y que el respeto por los ciudadanos parte por la honestidad: no prometer lo que se sabe imposible, hablando solo para denostar.

La política requiere responsabilidad y también humildad. Quien no tiene propuestas que tengan contenido, no tiene derecho a exigir confianza. Y quien solo busca visibilidad, solo da un triste espectáculo sin contenido.

Por Claudio Barrientos Mol, columnista.