El cambio de época que muchos no supieron ver (Por Luis Castelli)
Pasados unos días desde las elecciones, la distancia ayuda a mirar con menos ruido y más contexto. Lo que vimos no fue un accidente estadístico ni una ola de último minuto: fue la confirmación de una tendencia que se venía construyendo desde 2023 y que desembocó en un reordenamiento político de magnitud. La Libertad Avanza se impuso en territorios históricamente dominados por oficialismos provinciales muy consolidados hasta el domingo y expuso el agotamiento de liderazgos que parecían inamovibles. Bastiones como la Misiones de Rovira o la Córdoba de Schiaretti han cambiado de signo político y este es un dato que no se explica sino pensamos en una transformación del clima de época.
En estudios previos que indagaban por la motivación del voto, alrededor del 70% de las respuestas se concentraban en dos opciones: acompañar o castigar al Gobierno nacional. Es decir: más allá de matices locales, se votó en clave nacional. Hubo, sin dudas, razones particulares en cada distrito; pero el vector que ordenó el comportamiento electoral fue otro.
“Es increíble que hayan votado esto”
Persistimos en leer los comicios con categorías desgastadas. Cuando escucho “fue increíble”, pienso lo contrario: si sucedió, tiene explicación. Hay que salir del frasco de mayonesa y mirar el cuadro completo. La sociedad no sólo expresa enojo económico; también reclama sentido, representación y novedad. Y allí hubo un contraste nítido: mientras el peronismo eligió el eslogan defensivo del “frenar a Milei”, el oficialismo nacional cambió el eje y ofreció un mensaje de empatía y mejora (“sabemos que la estás pasando mal; acompañanos para que mejore”). Nos lo explicó claro el martes Tomás Rebord: “El electorado prefirió propuesta antes que freno, Milei antes que el vacío.”
Las últimas semanas exhibieron una sucesión de episodios mediáticos, denuncias y escándalos amplificados, incluso con piezas apócrifas potenciadas por inteligencia artificial. La evidencia de esta elección sugiere que el impacto marginal de ese ruido de última hora es cada vez menor. La gente desconfía del escándalo como insumo para decidir su voto y ratifica lo que ya tenía decidido. Del otro lado, también hubo exceso de expectativas. La comunicación opositora sugirió victorias holgadas y la realidad devolvió otra cosa; el golpe simbólico es más doloroso aún. Es una lección elemental: gestionar expectativas es tan importante como gestionar la campaña.
Renovarse o resignarse a caer
El peronismo enfrenta una encrucijada que no se resuelve fácilmente. Si no jubila dirigentes y abre paso a nuevas generaciones, corre el riesgo de reproducir la encerrona en la que cayó el radicalismo tras Alfonsín: una identidad encerrada en sí misma, expulsiva y aferrada al pasado, que hoy se ve reducida a un 5% nacional, apenas por encima de la izquierda dura.
En paralelo, se verifica un dato sociológico relevante: una porción sustantiva de jóvenes (en varios estudios, del orden del 50%) acompaña a La Libertad Avanza desde 2023. No es un dato coyuntural: es un desafío programático. Sin nuevos liderazgos y una narrativa que los convoque, se seguirá hablando en pasado a una sociedad que pide futuro.
La elección de este último domingo confirmó, además, un dato estructural: la polarización sigue ordenando la competencia (de 24 distritos en el país, 23 quedaron en manos de La libertada Avanza -15- y del peronismo -8-). Aparecieron intentos de un “tercer camino” impulsados por algunos gobernadores, pero recibieron un estruendoso cachetazo. Cambian los nombres y los tonos, pero el clivaje peronismo/antiperonismo —hoy tamizado por la novedad libertaria— sigue vigente.
Las transformaciones culturales y tecnológicas están reconfigurando todo, entre ello la política y la comunicación. Cómo informamos, confiamos, castigamos y premiamos. La Libertad Avanza supo interpretar mejor este cambio de época; otros espacios eligieron negarlo o mirarlo por el espejo retrovisor. La política que no escucha, no aprende. La que no renueva liderazgos, no convoca. Y la que no propone —limitándose sólo a intentar frenar al otro — pierde. Las sociedades cambian más rápido que los partidos. El desafío, hoy, es simple de enunciar y complejo de ejecutar: comprender el tiempo, ofrecer futuro y construir mayorías estables para gobernarlo.
*Politólogo, Director de la consultora Vox Populi
