El nacimiento de este movimiento en el plano local se sitúa a fines de los años 80 cuando un grupo de amigos comparten experiencias y escuchan música en esos largos inviernos de la Patagonia, siendo el mínimo común el rock.
De un momento a otro lo que comenzó como un pasatiempo se transformó en filosofía de vida. Para situarse en la época se vivían los últimos tiempos de la dictadura militar y se estaba construyendo nuestra frágil democracia.
Ellos apostaban por la creación de un movimiento nuevo y que los identifique. Así se fue gestando poco a poco la Escena de Rock Natalina.
Primero algunos chicos tímidamente se colgaron instrumentos y comenzaron a tocar, otros comenzaron a escribir FANZINES (revistas hechas a base de fotocopias, en las que se difundían las bandas del underground) donde fueron creando sus propias redes de comunicación.
La carta se transformó en el nexo dentro y fuera de la región, inclusive fuera de las fronteras nacionales. Recuerdo como anécdota que las estampillas eran re utilizadas por que no había mucho dinero, con un pincel se les pasaba una capa de cola fría después se lavaba la estampilla y, magia, el sello postal se borraba.
Hay que recordar que en esos tiempos Internet y los Celulares ni los soñabas, solo existían en el campo de la ciencia ficción.
Uno de los desafíos más grandes fue generar recitales auto gestionados y conseguir salas de ensayo. Para lo primero las juntas de vecinos fueron las que abrieron espacio y ahí se logró juntar a la escena de PUERTO NATALES con la de PUNTA ARENAS un gran triunfo para ese movimiento que recién nacía.
Lo de las salas de ensayo fue un capítulo aparte. Los sitios más inesperados fueron los que brindaron refugio para esos jóvenes, para que pudieran preparase, tocar y crear sus propios temas.
Sencillamente fueron tiempos de “Sangre, sudor y lágrimas” donde la capacidad de proyección y el asumir la filosofía del hazlo tú mismo fueron los motores que pudieron concretar esa gran Escena de Rock de Puerto Natales, una historia donde un grupo de jóvenes le doblan la mano a una realidad conformista y tienen la capacidad de generar uno de los movimientos más fuertes de la Patagonia sin pedir permiso y sin financiamiento, solo a base de amor a la causa del Rock.
Sin duda tiempos de valentía, de aguante de perseverancia, que algo de la niebla de la amnesia pareciese borrar de nuestra historia.
Lo que me mantiene tranquilo es que aun está en nosotros ese pensamiento joven. El mismo que continúa cuidando la memoria porosa. Y aunque ya no está la fuerza de antaño hoy ayudamos a las nuevas generaciones para que persevere en esa escena y para que lo proclame: el Rock Nunca Morirá en Puerto Natales.