El 22 de febrero de 1986, en un barrio a las afueras de Jerusalén, un chico de 14 años se levanta a la madrugada en su casa familiar, agarra la M-16 de su padre que acababa de llegar de un entrenamiento como reservista, y comienza una matanza impensada.
Asesina a su padre, su madre y sus dos hermanas.
Debido a la potencia del arma de guerra los restos de sus familiares quedan estampados en las paredes como una bizarra pintura de Jackson Pollock. Un horror. El horror que tal vez observó en otro tiempo el coronel Kurtz de “Apocalipsis Now”.
El chico es llevado a hacerse una batería de exámenes de los que sale ileso. Es normal. Básicamente tiene una inteligencia superior y no muestra arrepentimiento. Primero alega que fue un intento de robo, después ante la evidencia de que aquello no sucedió, menciona que un “habitante verde” lo obligó a hacerlo.
Pasan por frente suyo policías, psicólogos, psiquiatras, médicos especializados en neurociencia, abogados, amigos, docentes, familiares, periodistas, pero el chico jamás revelará los motivos por los que asesinó a toda su familia.
No por haber cometido semejante crimen se olvida de su futuro. Después de todo solo tiene 13 años.
Su abogado, Yossi Arnon, acuerda con el juez que sea acusado por homicidio involuntario y no por asesinato, de modo que obtendrá una pena menor y al salir podrá heredar los bienes de la familia que él mismo fusiló.
De esto nos enteramos en detalle por la serie de Netflix “El Motivo”, dirigida por Tali Shemesh y Asaf Sudri.
La serie tiene abundante material grabado y testimonios de quienes participaron de la investigación policial y judicial. En este aspecto la producción salda cualquier expectativa.
Pero, por otro lado, subraya la presencia de un “motivo” que se les escapa a todos, a todos, incluso a ellos y ahora también probablemente a los espectadores.
El abogado Arnon dice saber porqué el muchacho, A.Cohen, mató a su familia a balazos. Aunque insiste en que jamás lo dirá basándose en el compromiso que existen entre cliente y abogado.
Arnon asegura que nuestra mirada sería por completo distinta si supiéramos qué había detrás de este impulso asesino.
No obstante, el motivo no está explícito. Queda como una enorme interrogante levitando en la pantalla. Y esto molesta. Quizás sea a propósito. Sin duda lo es.
Una cosa es cierta, A. Cohen, mató a su familia y sabía que no pasaría mucho tiempo en prisión. Declaraciones posteriores hicieron entender que necesitaba que los suyos desaparecieran y que, desde su perspectiva, el cruel lo volvería psicológicamente “más fuerte”. Una persona que no hubiera podido ser de estar ellos vivos.
“La vida comienza a los 20”, dijo cuando supo que pasaría 9 años en prisión.
Así fue. A. Cohen, hoy de 50 años, trabaja en el mundo financiero, tiene esposa e hijos y todo parece irle bastante bien.