En las postrimerías del segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma, el país vivió una incesante actividad política, en concordancia con lo que acontecía en el resto del mundo.
Europa se debatía entre los regímenes totalitarios de derecha representados por el Fascismo en Italia y el Nacionalsocialismo en Alemania; y también de Izquierda, con el Comunismo en la Unión Soviética. España, con una monarquía en decadencia y un gobierno empobrecido e inestable, se desangraba en una espantosa Guerra Civil, en donde los bandos en disputa eran meras interpretaciones de estas ideologías extremas.
Eran los años previos a la Segunda Guerra Mundial. En Chile, los partidos Socialista y Comunista habían conseguido que el Partido Radical se interesara en un proyecto político de centro izquierda conocido como Frente Popular, idea puesta en práctica en algunos países occidentales como España y sobretodo Francia, durante la administración de Albert Lebrun y su jefe de gobierno, el socialista León Blum.
En el caso chileno, después celebrarse diversas y alambicadas elecciones internas, el Frente Popular designó como candidato presidencial al profesor de castellano y abogado Pedro Aguirre Cerda, el 17 de abril de 1938. Seis días más tarde, el gobierno presentaba a su postulante a La Moneda, el ministro de Hacienda Gustavo Ross Santa María, quien contaba con el visto bueno de buena parte de la ciudadanía, a quien se indicaba como el responsable de haber recuperado la actividad productiva del país, luego de los meses de “anarquía” que siguieron a la caída de Carlos Ibáñez del Campo, en julio de 1931.
Sin embargo, había mucho descontento social. El 21 de mayo de 1938, cuando el presidente Alessandri iniciaba su último mensaje a la Nación desde el Congreso Nacional, fue interrumpido por el entonces líder de los radicales, Gabriel González Videla, quien pidió la palabra en los precisos momentos en que explotaba un artefacto explosivo en las afueras del edificio, mientras al interior del recinto, un militante nacionalsocialista hacía estallar una bomba lacrimógena provocando un caos total. Miembros de Carabineros e Investigaciones se trenzaron a golpes con varios diputados, entre ellos el jefe de los nacistas criollos, Jorge González von Marées, que desde el suelo sacó un revólver disparando al aire.
La consecuencia directa de este episodio fue la creación de la Alianza Popular Libertadora (APL), coalición que levantó la candidatura a la presidencia del ex mandatario Carlos Ibáñez. Este hecho cambió dramáticamente el panorama electoral. Durante los meses de invierno, se estimó que Ibáñez era el más serio contrincante del favorito Ross, una percepción que se acrecentó luego de la marcha multitudinaria llevada a efecto en la capital, el domingo 4 de septiembre de 1938, fecha escogida por los militantes y simpatizantes del APL, que recordaba los catorce años del llamado “Ruido de Sables”, acontecimiento marcado por las protestas de militares en el Congreso, por los bajos salarios que percibían.
Sin embargo, al día siguiente, el 5 de septiembre, ocurrió en pleno centro de Santiago, una de las tragedias humanas más espantosas que se recuerden. Sesenta y tres jóvenes universitarios intentaron dar una demostración de fuerza al gobierno, apoderándose de la Casa Central de la Universidad de Chile y del inmueble de la Caja del Seguro Obrero, a metros del palacio presidencial. La intentona fue reprimida salvajemente por Carabineros y elementos del regimiento Tacna, que procedieron a desarticular a los rebeldes desde la universidad, trasladando a los rendidos brazos en alto hacia el edificio del Seguro Obrero, para posteriormente, recibir la orden de “matarlos a todos”, hecho consumado en los pisos superiores, decisión tomada por el general de Carabineros, Humberto Arriagada, aunque muchos historiadores la atribuyen al mismo presidente Alessandri.
La repercusión política que trajo este fusilamiento masivo fue enorme y alteró para siempre la correlación de fuerzas en la contienda electoral. Carlos Ibáñez del Campo retiró su postulación presidencial partiendo a un nuevo exilio. El partido Nacionalsocialista acordó castigar al gobierno llamando a sus adherentes a votar por el candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda.
El descrédito que afectó al gobierno ensombreció la candidatura de Gustavo Ross. El ministro en visita designado para el caso, Arcadio Erbetta, dictó sentencia cuarenta y ocho horas antes de la elección contra varios miembros nacionalsocialistas acusados de rebelión, conspiración contra el gobierno y por el asesinato de un cabo de Carabineros.
Pese a todo, el 25 de octubre se realizaron los comicios presidenciales en medio de una creciente sensación de injusticia. Sobre un universo de 612.749 inscritos, votaron ese día 443.888 personas, de las cuales, 218.609 prefirieron a Ross Santa María, que alcanzó un 49.52%, mientras que 222.720 electores escogieron a Aguirre Cerda, que lograba así, mayoría absoluta con el 50.45%.
Los dos meses que siguieron al plebiscito y que precedieron al traspaso del poder, fueron de acusaciones y amenazas desde el bando de Ross, que se negaba a aceptar la derrota. La Prensa, mayoritariamente en contra de Aguirre Cerda, aseguraba que un gobierno del Frente Popular atacaría al capital extranjero, lo que ocasionaría pobreza en el país; asimismo, se argumentaba que la llegada de un presidente laico, apoyado por sectores medios y obreros traería una ola de ateísmo a la nación.
Nada de eso aconteció. El 24 de diciembre de 1938, el Senado proclamó oficialmente a Pedro Aguirre Cerda, como Presidente de la República. Una nueva Era empezaba en la historia de Chile.