¿Día de Todos los Santos o de los Muertos? La historia de una celebración que une lo pagano y lo sagrado
Cada 1 y 2 de noviembre los cementerios del país se llenan de flores, velas y recuerdos. Familias enteras se acercan a limpiar tumbas, dejar coronas y conversar con quienes ya no están. Pero… ¿qué se celebra realmente? ¿El Día de Todos los Santos? ¿El Día de los Muertos? ¿O una mezcla que con el tiempo se volvió una tradición única?
La historia es larga —y bastante curiosa—. Todo comenzó hace más de 1.200 años, cuando la Iglesia Católica decidió crear una jornada para honrar a todos los santos y mártires, incluso a aquellos que no tenían una fecha propia en el calendario. Así nació el Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, instaurado oficialmente por el Papa Gregorio III en el siglo VIII. Era, en esencia, una fiesta solemne para recordar a quienes habían alcanzado la santidad.
Pero como suele ocurrir con las grandes celebraciones, la religión se mezcló con las costumbres populares. En muchos pueblos europeos, especialmente en los celtas, ya existía una festividad ancestral llamada Samhain, que marcaba el fin de la cosecha y el comienzo del invierno. Se creía que, durante esa noche, el mundo de los vivos y el de los muertos se tocaban, permitiendo que las almas regresaran por unas horas.
La Iglesia, intentando cristianizar estas costumbres, colocó el Día de Todos los Santos justo después de esa fecha. Y como si fuera poco, el 2 de noviembre se añadió una jornada complementaria: el Día de los Fieles Difuntos, dedicada especialmente a orar por las almas del purgatorio. Fue una forma de decir: un día para los santos, otro para los muertos comunes y corrientes.
En América Latina, con la llegada de los españoles, ambas fechas se mezclaron con los rituales indígenas. En México, por ejemplo, el resultado fue el colorido Día de los Muertos, donde las calaveras, las ofrendas y los altares no representan tristeza, sino el cariño por quienes se fueron. En los Andes y en el sur de Chile, las comunidades mapuches y tehuelches también incorporaron sus propios ritos de despedida y memoria.
Hoy, cuando las familias visitan los cementerios o prenden una vela en casa, en realidad están participando en una celebración doble: una parte religiosa y otra profundamente humana. Es la conmemoración del ciclo de la vida y la muerte, la conexión con los que vinieron antes, y el recordatorio de que el olvido es la única forma verdadera de morir.
Así que sí, el 1 y 2 de noviembre no son solo fechas en el calendario. Son días en que los vivos y los muertos se encuentran —en una oración, una flor o un recuerdo— para celebrar, juntos, el paso del tiempo y la permanencia del amor.
Redacción ZonaZero.cl
