Aquel Natales del año 2000 (Por Claudio Andrade)
Allá por los 80, en el Liceo Politécnico de Puerto Natales, un profesor proponía a sus alumnos imaginar el Natales del año 2000.
Entre las breves composiciones que dieron fruto durante la clase, una de ellas describía un Natales poblado de luces a lo largo de toda su costa desde el centro mismo hasta Puerto Bories. Un Natales mayor. Adulto. Pasaron los años y Natales no termina de cubrir de luces su costanera, sin dudas, una de las más bellas del mundo.
Hoy la economía local se sostiene sobre tres patas privadas: el turismo, la salmonicultura y la pesca artesanal. Cerca de 10 mil personas están involucradas en estos sectores pujantes. Visto así, la localidad tiene resuelta en buena parte la ocupación laboral. Aunque queda pendiente un análisis acerca de la calificación del trabajo y de la formación que requieren los jóvenes para buscar su horizonte en la región.
La otra pata destinada a cubrir la estructura social y ciudadana, sería la pata pública. Durante la administración de Fernando Paredes pareció que Natales iniciaba un ciclo virtuoso que no tendría fin. Uno donde lo privado y lo público funcionaban en una misma dirección o al menos intentaban hacerlo.
Pasado el tiempo, la localidad y su provincia Ultima Esperanza se estancaron. El sector privado ha seguido empujando, pero sin que el Estado se haga notar en la generación de empleo legítimo, financiamiento de estructuras y proyectos de diverso tamaño destinados a mejorar el estándar de vida de los vecinos.
Hace poco más de 5 años que Natales navega sobre aguas sin viento. Mientras tanto la administración municipal ha agrandado sus gastos hasta llegar a un déficit, heredado por Ana Mayorga, de unos $13.000 millones. No parece que el municipio tenga demasiado margen de maniobra. Sin embargo, debería ser el propio municipio el que arbitre contactos con el mundo empresarial para empujar iniciativas. Para crear otros espacios de diálogo.
También es tarea del municipio ser capaz de darle curso rápido a las iniciativas comerciales, inmobiliarias, empresariales en general y no convertirse en un problema dentro de una cadena de por sí problemática. Los emprendimientos que sucumben en el nudo burocrático se traducen pérdidas de empleos y menor crecimiento.
Los proyectos públicos tienen además de un sentido práctico y funcional, otro más vinculado al ánimo de la comunidad. Cuando algo grande se construye la población sostiene el tema, lo alimenta y se hace aliado. Esto también escasea desde hace rato.
Por estos días, Natales asiste a una fuerte especulación inmobiliaria que no hace más que confirmar que existen altas expectativas sobre el futuro de la ciudad y su entorno. El turismo, la salmonicultura y la pesca tienen fuerte relación con estas lógicas proyecciones económicas.
Las estructuras y edificios que financia el sector privado (plantas millonarias, edificios de oficinas, puertos), entran en contradicción con el mantenimiento de la ciudad y con las escasas iniciativas que emanan desde el sector público. No debería ser así, Magallanes es una región rica.
El pasto sin cortar en las calles o la hermosa y descuidada ciclovía tal vez nos estén diciendo algo sobre lo público que nos haga preocuparnos.
