Estrategia regional para un escenario incierto: Infraestructura portuaria y geopolítica austral marcan los ejes para el futuro
La Región de Magallanes enfrenta un punto de inflexión en su estrategia de desarrollo productivo. El ajuste global en las proyecciones de demanda de hidrógeno y amoníaco verde (H2V), que hoy anticipa retrasos de entre cinco y ocho años en su masificación comercial, obliga a repensar prioridades, ritmos y focos de inversión. En este escenario, tanto el Gobierno Regional como el gobierno de José Antonio Kast deberán optar entre insistir en una apuesta rígida o rediseñar una estrategia más flexible, realista y acorde a la condición geopolítica de la región más austral de Chile.
La desaceleración del mercado internacional del H2V ha impactado directamente en los proyectos ingresados al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. Muchos de ellos ya cuentan con estudios de línea base, concesiones marítimas y avances regulatorios significativos. Lejos de ser un problema, estos elementos constituyen hoy activos estratégicos que Magallanes puede administrar con inteligencia, manteniendo su posición expectante sin forzar inversiones que el mercado aún no justifica.
La clave, coinciden analistas regionales, está en priorizar proyectos con mayor grado de avance, capaces de operar a menor escala o con usos duales, como el abastecimiento energético local o la provisión de insumos para industrias regionales. La flexibilidad, más que la velocidad, aparece como el nuevo criterio de viabilidad.
Puertos: el verdadero eje estructurante del desarrollo austral
Más allá del H2V, la discusión de fondo en Magallanes es portuaria. La región cuenta con una infraestructura limitada, pero los proyectos ya evaluados ambientalmente abren la posibilidad de consolidar un complejo portuario industrial de carácter multipropósito. Instalaciones pensadas inicialmente para el hidrógeno pueden reconvertirse en plataformas logísticas para cargas generales, servicios marítimos, apoyo a la industria antártica y operaciones bioceánicas.
En este contexto, una estrategia sensata para los próximos años sería avanzar en infraestructura modular y escalable, evitando inversiones sobredimensionadas y reduciendo el riesgo de activos ociosos. Las alianzas público-privadas aparecen como un mecanismo clave para compartir riesgos, atraer capital y asegurar estándares internacionales sin comprometer en exceso recursos fiscales.
El Estrecho de Magallanes vuelve a ganar relevancia en un mundo marcado por tensiones geopolíticas, congestión de rutas marítimas y la revisión del sistema antártico. La región tiene condiciones únicas para consolidarse como nodo logístico, científico y operativo hacia la Antártica.
En el gobierno de José Antonio Kast, el desafío será entender que el desarrollo productivo de Magallanes no puede reducirse a una sola industria ni a una lógica extractiva clásica. La apuesta debe ser diversificada: puertos, logística, acuicultura, servicios antárticos, energía, conocimiento y soberanía efectiva en el extremo sur.
Una estrategia posible
El escenario actual exige menos épica y más planificación. Magallanes necesita una hoja de ruta que combine prudencia económica con ambición estratégica, entendiendo que el hidrógeno verde sigue siendo una oportunidad, pero ya no un salvavidas inmediato. La región más austral del país puede transformarse en un HUB logístico y portuario de escala internacional, siempre que las decisiones de hoy se tomen con una mirada de largo plazo, realismo de mercado y una comprensión profunda de su valor geopolítico.
En esa ecuación, el próximo ciclo político será determinante. No se trata solo de quién gobierne, sino de si Magallanes logra, por fin, convertir su condición austral en una ventaja estructural y no en una promesa postergada.
Redacción ZonaZero.cl
