«Maestro, es más poderoso el lado oscuro?» le pregunta el joven aprendiz de jedi, Luke Skywalker, al maestro exiliado Yoda.
«No, no» le responde «Más rápido, más fácil, más seductor».
Se trata de una escena sutil en medio de «El Imperio contraataca», la secuela de la saga de Star Wars, pero ya empieza a aparecer el concepto de La Fuerza «aquella energía que une a todo el universo y que representaba la bondad, la verdad y la justicia”.
Eso sí, había que ser jedi para lograrlo lo que no era menor porque implicaba entrenamiento, paciencia y no caer en los vicios mundanos.
Cuando esta idea apareció en Natales todos queríamos ser jedis. Sin embargo, se trató de un verdadero ‘quilombo», jerga natalino-argentina utilizada para describir cierta idea de desorden con casa de putas y que partió desde el mismo estreno de “La guerra de las Galaxias» en el cine de Agostini en el Natales del mayo de 1978.
En aquella ocasión, la función sólo fue para el sábado en horario de vermouth (7 de la tarde) y noche (9 de la noche). Al día siguiente, la copia para Magallanes debía retornar a Punta Arenas por lo que la función de matiné (3 de la tarde) no se realizó quedando al margen de dicho momento más de un centenar de adolescentes y posibles espectadores… ¡Plop!
Esto significó que cuando se estrenó en 1980 «El Imperio Contrarataca», su continuación muchos ni entendíamos nada de lo que se veía, aún cuando estábamos absortos con las tortugas gigantes mecánicas de artillería del Imperio, los camellos canguros de la nieve en que se transportaban los rebeldes y la ternura del diminuto maestro Yoda.
¿Pero acaso la princesa y heroína de la peli no debía quedarse con el joven de pijama blanco llamado Luke? Por qué se besa con el sobrado de Han Solo? ¿No me van a decir que la película termina aquí con el malo de Darth Vader triunfando? ¿Y Han Solo congelado? ¿Y el héroe manco, todo cagao y más encima sabiendo que es hijo no reconocido de su mayor enemigo’…¡Que quilombo!
Las cosas se arreglaron con el tiempo.
«La guerra de las Galaxias» se volvió a estrenar en Natales unos meses después de «El imperio contraataca» ya más relajada en sus funciones y allí por fin entendimos todo… ¡ahhh…así era la cosa!.
El tiempo pasó, el cine se marchó y «El Regreso del Jedi» cerró su telenovela galáctica no en pantalla gigante sino en una salita de video en la esquina de Ramirez con Esmeralda.
Desde allí en adelante, mucha agua transcurrió bajo el puente. La verdad, ser jedi pasó de moda, la discoteque llenó nuestras noches, los videoclips nuestra imaginación y una idea de fugarnos de tan aburrido pueblo nos invadió.
Casi dos décadas después de su estreno en Natales, «La Guerra de las Galaxias» volvió a exhibirse en su versión remasterizada y el cine de Agostini tuvo un breve lapsus de resurrección. Lleno total. Nuevas y viejas generaciones juntas para tan épico momento.
Se apagan las luces, gritos de emoción, la película parte, la frase inicial «Hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana», más aplausos y gritos, la música, el breve texto de prólogo y la primera escena.
Y es aquí donde ocurre lo inesperado. Mientras la nave rebelde que lleva los planos de la letal Estrella de la Muerte es capturada, sus defensores abatidos y se destroza la puerta de acceso en el abordaje final para que emerja la figura de Darth Vader, se escuchan desde las galerías y sillas del resucitado cine los gritos y desaforados vítores de «¡grandee!», «¡maestroo!»
En ese momento de fervor por la figura metálica negra lo supimos.
Los natalinos nos habíamos pasado hace rato al lado oscuro.