Siempre se comenta lo mismo pero jamás se cumple, o casi nunca. Meses y hasta años previos a la elección para la alcaldía de Punta Arenas se conversa en el progresismo que si no hay una candidatura única no existe posibilidad de llegar al sillón municipal. Se dan vueltas entre ellos mismos, conversan entre militantes de partidos, algunos piden cargos antes de los resultados, y finalmente siempre se llega a la misma escena. La fórmula repetida que hasta el momento sale podrida, y que no ha tenido triunfos hace muchísimo tiempo: Las primarias.
Las últimas primarias que ha hecho la centro-izquierda han sido para ir a perder, y no han estado ni cerca de pelear la alcaldía. Siempre al frente con un candidato único, que incluso puede sacar menos votos que la sumatoria progresista, pero que igual termina ganando por lo dicho anteriormente. Para no ir tan lejos, en la anterior municipal Díaz y Legaza sumando sus votos, sacaron más que lo obtenido por el actual alcalde. Pero ni así entienden.
Porque entre las vueltas y vueltas, y reuniones tras reuniones, se intenta la negociación, se plantea la aspiración a ocupar espacios en una futura nueva administración, y se juegan todas las cartas en una especie de primarias que todos sabemos, dependen de una pequeña y desgastada «maquinita» electoral por partido ya sin aceite y con un producto final sin registro de calidad. Los partidos políticos, duchos en este tema, terminan ganando con un candidato que saca 200 votos de ventaja de un universo de dos mil con suerte, y que a la larga no representará a nadie.
El invento de las primarias, en nuestro sistema lleno de desconfianza y maniobras bajo cuerda, sencillamente ya no sirve, Y si se quieren seguir engañando con eso, simplemente terminarán perdiendo otra vez. Gane quien gane. Como hoy en día la política es egoísta, se intentará bombardear alguna candidatura que podría ser competitiva, para que al final vaya «alguien del partido». Así ha sido siempre.
A menos de un año de que vuelvan a haber elecciones municipales, es bueno colocar este tema sobre la mesa. Algo que siempre se habla, pero que nunca se soluciona. El progresismo deberá asumir esa responsabilidad una vez más, tratando de sacudirse de la misma resaca de hace una década, y con generosidad tomar decisiones inteligentes y no populistas, ni que convengan a unos pocos. Porque es sabido que ya varios están mirando a las parlamentarias, pero con la calculadora puesta en las municipales…
La lógica indica que no hay más de un par de candidaturas con alguna posibilidad real en el progresismo de ir a pelear un resultado en octubre de 2024. Y hacer una primaria, con el mismo poco serio formato, es dispararse una vez más en los pies.
A esta altura, se hace urgente la responsabilidad de elegir y decidir bien. Porque estamos frente a una ciudad abandonada, sucia, oscura y mal administrada. Que parece una pequeña monarquía y donde nadie puede opinar o plantear alternativas, porque simplemente no se toman en cuenta. El ser simpático y aparecer en todas partes responsabilizando al resto de todos los problemas, no es una forma de administración que nos sirva. Y en esta opinión no existe ideología ni molestia política. La crítica cuando existe debe ser también responsable, y esté quien esté en la Municipalidad de Punta Arenas, tenemos que pensar si realmente la ciudad está mejor o peor que hace ocho años. Y por lo que se ve, no es difícil aceptar la triste realidad.
Hace falta un cambio en las formas como se ve Punta Arenas, y afrontar de verdad nuestras necesidades sin discriminación, sin dejar de lado a nadie, escuchando a los ciudadanos. Esto no es un reinado, es una comuna. Y donde falta participación real de las personas que la habitan.
Pero si no existe la comprensión de que hay momentos en que hay que tomar decisiones inteligentes y poderosas, seguiremos en el mismo camino, y los resultados serán nuevamente los mismos.
Me imagino que no es por nada que Albert Einstein haya dicho que «si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo»… Y por estos días confío más en un premio Nobel que en un presidente de partido político.