¿Qué es la verdad? Según la filosofía es el valor que nos hace comunicarnos con otros en base a la verdad de lo que sabemos, pensamos, sentimos o creemos.
Textos más genéricos apuntan a la coincidencia entre una afirmación y los hechos. Es decir a la realidad a la que dicha afirmación se refiere. Lo que entendemos por verdad es lo auténtico, cierto, verídico, legítimo, empírico, y probado. En definitiva, la concordancia que existe entre lo que se dice, lo que se piensa, lo que se cree, y lo real. ¿Pero es tan así?
Muchos tienen sus verdades propias y van tratando de convencer al resto de dichas creencias o convencimientos. Es más, varios buscan informarse o leer, o conversar, o simplemente comunicarse con personas con las «mismas verdades», aunque la realidad de esos convencimientos sea absolutamente falsa o equivocada para otros. Cuestión de apreciaciones dirían algunas personas. Pero claro que algunas verdades tienen que ver con los entornos donde se creció, la forma de la crianza, o la educación recibida.
Pero ojo, también tiene relación con las conveniencias individuales. No es mi intención desarrollar una teoría al respecto, solamente la pretensión es entregar algunos datos y conceptos que pueden ayudar a reconocer verdades y mentiras. En tiempos electorales y de campañas políticas pueden significar la diferencia entre creer o reconocer a falsos profetas, y descubrir intenciones subjetivas y de conveniencia propia.
Pero en la vida, como en la política, la verdad debiera ser reconocida como algo absolutamente fundamental para elegir a nuestros representantes. Y muchas veces nos perdemos en cantos de sirenas (o supuestos sirenos) que desde un pedestal prometen persecuciones y el «País de las Maravillas» de la mismísima Alicia. En nuestra cotidianidad, en el día a día, la verdad significa honestidad, buena fe, sinceridad humana. Debiese esta misma estar conectada de forma intrínseca con el corazón humano y las propias actividades personales, sociales, políticas y económicas. Todo apunta, según los textos, a que la ventaja de la verdad es la integridad personal de quien la mantiene como hábito o costumbre en sus compromisos y obligaciones para la sociedad y el país. Que actúa como tal. Y que hace y dice lo mismo en lo público como en lo privado. He ahí una gran cuestión…
El populismo en política también tiene mucho de esto. Esta corriente violenta verbalmente que pretende convencer al mundo a punto de gritos, subidas de tono, acusaciones persistentes, y convencimientos particulares pero no reales en definitiva, solamente contribuyen a más caos y desorden. Son peones de fuerzas muchísimo más grandes que utilizan a este tipo de gente para crear inseguridades permanentes.
Que cada uno con su propia verdad por la vida, sin voluntad de aunar pensamientos y diferencias, en rigor hacer política, huele más a estrategia que a buenas intenciones. Aunque Pitágoras decía que todo lo que nosotros pudiéramos hacer o pensar siempre iba a ser verdaderamente real, por eso el hecho de pensar o tener una idea es tener la verdad.
Pues bien, la propia verdad tienen que ver también con la creación de realidades. Uno decide en definitiva qué camino tomar en la vida. Y esas verdades ojalá sea tan propias como deseables y esperanzadoras. Nos confundimos muchas veces con lo que dicen algunos en redes o en medios de comunicación, pero las cosas son más simples y concretas.
Sí importa la forma, también el fondo. Sí importan el cómo hablamos y nos comunicamos. Es importante el sentido común y el criterio bien intencionado o lo más objetivo posible. Las verdades incómodas también se pueden decir de buena manera. Todo, al final de cuentas, se debería decir de buena manera.
Las mentiras son las mentiras. El pensar distinto y el actuar diferente en la cotidianidad, no significa ser enemigos. Cuando podamos entender aquello otro gallo volverá a cantar.