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La persistente desvinculación de Edelmag con Magallanes y su gente [Por Mauricio Vidal Guerra]

El caso de la antigua empresa eléctrica de Magallanes hoy de propiedad mayoritaria de inversionistas extranjeros, ha ido demostrando tristemente una permanente desconexión con la historia y la tradición de quienes vivimos en estas tierras. El ir distanciándose de los clientes año tras año ha fomentado el convencimiento en la opinión pública de tener al frente de un servicio básico a una empresa con poco sentido social, o que ha planificado desde hace un tiempo el poder excluir lo identitario y regional de las decisiones que tienen como negocio.

Y ahí nos enfrentamos tal vez al problema en específico, porque hablamos de un servicio básico, hablamos de la electricidad, de la luz. No estamos discutiendo de cómo y dónde comprar un chocolate o un perfume, si no de un elemento trascendente para el diario vivir e igual de fundamental que el agua o el gas.

Peor aún, si se corta la luz, a un porcentaje importante de la población también se le corta la calefacción, ya que cuentan con calderas que funcionan con electricidad para alimentar la calefacción central.

La empresa tiene una historia que se remonta a 1981, cuando ENDESA transformó sus Administraciones de Distribución en Sociedades de Responsabilidad Limitada, y en en 2002 Edelmag adquirió la administración del sistema eléctrico de Puerto Williams. En la actualidad la compañía ligada a inversionistas chinos y al Estado de China (además de un pequeño porcentaje con representación local) es dueña de la distribución de la electricidad y cuenta con cerca de 60.000 clientes y centrales generadoras en Punta Arenas, Puerto Natales, Porvenir y Puerto Williams.

Desde un tiempo a esta parte, la empresa ha ido tomando decisiones puntuales que la han ido alejando cada vez más de la gente. Una empresa que administra un servicio básico, y que se aleja constantemente de la ciudadanía, de sus “clientes” que pagan abultadas boletas mes a mes. Y reitero el punto del servicio básico, ya que debemos siempre tener claro la importancia que tiene una administración sobre un elemento que se necesita en el diario vivir.

Hoy, y desde hace mucho tiempo, Edelmag no cuenta con una caja recibidora de pago de boletas en la histórica y tradicional oficina de calle Croacia. Solamente se puede ir en busca de un papelito para pagar en algún punto del sistema de Unired y exclusivamente en efectivo. En su sistema de pago vía web, el servicio que ofrecen es limitado a algunos bancos, ya no se puede pagar la tercera boleta, o incluso debes redirigirte a formatos externos como Servipag o Sencillito. Se podría pagar una cuenta por Caja Vecina, pero el cancelar bajo esa modalidad debe ser solo con efectivo o con alguna tarjeta del Banco Estado.

Es decir, trabas y más trabas. En vez de avanzar en la conformación de un sistema integral y apto para todo el público, lo delimitan, lo enmarcan, y achican las opciones de pago a sus “clientes”. Y sobretodo a las personas mayores, que podrían no manejarse con internet, en una región donde el Censo 2024 arrojó que somos cada vez más adultos los que vivimos en Magallanes. Y ese no es un problema, es un desafío para las instituciones públicas y privadas a actualizarse y mejorar a esos indicadores, no buscando dar vuelta dichos datos. Es nuestra realidad, le guste a quien le guste.

Y a propósito de “clientes”… El deshumanizado sistema automatizado de atención al cliente recién puesto en marcha, donde una inteligencia artificial te contesta preguntas desde algún lugar de la red, es la nueva joyita que se quiere promocionar, y que fortalece la pésima política de alejarse cada vez más de las personas y que ojalá un robot vía whatsApp haga la pega que algunos adentro de la compañía pareciera que no quieren hacer, o les es cómodo no afrontarla. La tecnología también va demostrando la falta de motivación de muchos, y el potenciamiento de sentirse cómodo si la pega puede hacerla otro.

Todos hemos llamado por teléfono esperando ilusamente que nos responda alguien a lo menos que conozca la ciudad o la región. Pero el tono de voz de las operadoras dejan al descubierto que la central telefónica está en algún país de América, tal vez en qué ciudad o pueblo, donde ni siquiera tienen conocimiento de la existencia de esta parte del mundo. Y las que además pueden decirte que tu casa o tu sector no tienen ningún inconveniente, que “el servicio está activo”, mientras tu te encuentras sin luz hace un par de horas…

Si todo lo anterior no es ir alejándose de la ciudadanía cada día más, entonces no sé qué podría serlo. Si fuera una empresa que vende pantalones o cosméticos, la verdad es que me daría exactamente lo mismo, pero volvemos a lo importante; es la luz.

Ha ido quedando cada vez más claro que la llegada de grandes ejecutivos a la zona no necesariamente significan un aporte a nuestra identidad, historia, y la satisfacción de necesidades locales. Porque para aquello se necesita tiempo, experiencia en lo antes mencionado, y una visión menos globalista y más regionalista de cómo llevar una empresa de servicio básico, y al mismo tiempo cómo debiera ser el trato con las personas, que en rigor son sus “clientes”. Pero también es entendible que los ejecutivos hoy en día deben dar respuesta a las directrices de los verdaderos dueños. Esos que poco y nada vemos, pero que sabemos que existen.

¿Seguirán con este sistema alejado y sordo ante la gente, o podrán entender dónde están, y a quiénes se les está vendiendo el servicio básico? Habrá que seguir esperando…