La armonía y respeto que no imaginaba [Por Miguel Sierpe Gallardo]
Todo parecía indicar por la tensión en los debates, las burlas y la agresividad de la campaña, que al final de esta, iba a ser una situación incómoda al conocerse los resultados, sin embargo ha acontecido algo positivo y pareciera que todos los incumbentes tomaron “Armonil” y hubo saludos, felicitaciones y hasta buenos deseos, eso se agradece, es como una tranquilidad importante para muchos Chilenos.
El Presidente electo reconoció que es muy importante aglutinar a todos los chilenos, trabajar en grandes acuerdos, y con ello conseguir que el país crezca y avance decididamente y para esa tarea no sobra nadie. Aclaro con sinceridad que no esperaba esa postura del Presidente electo, fue tan agresiva la campaña que no me imaginaba una postura tan abierta y considerada entre los competidores, por tanto felicito a José A. Kast, y también a Jeannette Jara.
Creo fue importante y muy certero, quien diseño un cambio de actitud entre los promotores de la campaña, alguien recomendó ser mesurado en la victoria, por parte de los vencedores, burlarse, ridiculizar al adversario, reírse es un acto de soberbia que se paga caro y de aquello se encarga el tiempo, por ello es muy decidor el comportamiento de los vencedores y también los vencidos, puesto que un comportamiento respetuoso y democrático es lo único que debiera ser esencial en los comportamientos de una persona que accede a la primera magistratura.
Debo aclarar que volví a sentir que podemos hacer la diferencia respecto a lo que significa vivir en una democracia respetuosa y hacer de la arena política y social, un. lugar de discusiones con altura de miras, sin descalificaciones gratuitas, mentiras y falsas promesas, pero cuidado solo han pasado 24 horas, las elecciones no sólo definen el rumbo de una nación, sino que también revelan el carácter de quienes resultan vencedores. La actitud de prepotencia que a menudo adoptan los ganadores y el desprecio por quienes no obtuvieron la victoria, son fenómenos recurrentes, capaces de erosionar la convivencia democrática y el respeto mutuo entre ciudadanos, el no asumir con decisión una actitud abierta y respetuosa, provoca que los vencidos puedan adoptar posturas no deseables y que a nadie en el país les resultan favorable, excepto a los anarquistas.
Hay que reconocer que en todos los sectores del espectro político, existen quienes cuando ganan una elección, suelen dejarse seducir por la tentación de la arrogancia. Esta prepotencia se manifiesta en gestos y discursos que minimizan a los perdedores, ignorando que su papel es igualmente fundamental para la construcción de una sociedad plural y diversa. Este desprecio no sólo hiere la dignidad de los derrotados, sino que también desacredita el proceso democrático, que debería estar basado en el respeto y la inclusión.
Esta realidad debería ser una advertencia para quienes detentan el poder: la arrogancia y el desprecio por los demás son actitudes que no resisten el escrutinio del tiempo y finalmente, el peso de la historia coloca a cada uno en el lugar que realmente merece.
La verdadera grandeza no reside en la victoria obtenida a cualquier precio, sino en la humildad y el respeto hacia los demás, especialmente hacia quienes no resultaron favorecidos. El triunfo pasajero puede nublar el juicio, pero el legado perdurable depende de la honestidad y la integridad con que se actúe. Al final, el tiempo y la historia serán testigos y jueces de nuestras acciones, y sólo quienes hayan actuado con rectitud podrán mirar atrás sin temor al veredicto que les espera.
Por Miguel Sierpe Gallardo
