¿La política en caída libre? Cuando el ruido reemplaza a las ideas [Por Mauricio Vidal Guerra]
Pareciera que algo se ha roto en la política chilena, y por ende en la que se protagoniza en Magallanes. Y no es un detalle menor ni una anécdota de mal gusto, es una decadencia visible, cotidiana, que se expresa en el lenguaje, en las formas, y lo más preocupante, en la pobreza de las ideas. Hace varios años ya que gran parte del debate público, con participación de autoridades, políticos, y medios de comunicación específicos, parece más una pelea de patio que un ejercicio responsable de conducción democrática. Se habla mal, se insulta sin pudor, se caricaturiza al adversario y se normaliza una violencia verbal que termina permeando a la sociedad completa.
Se puede decir lo mismo, o ser crítico de algunas cosas, pero de formas y maneras distintas.
Un gobernador que habla de lo que solo quiere hablar, un vocero de Gobierno que le responde a un consejero a través de una cuenta oficial, un diputado electo que coloca condiciones para reunirse con la máxima autoridad regional, un grupito de muchachos militantes que ostentaron por primera vez el poder y que no tienen autocrítica, y así podemos seguir y seguir, y seguir… Mientras la soberbia se le sale por los poros con una falta de talento comunicacional pocas veces vistas, desde el otro lado piensan que lo hacen genial. Pero a lo Daniel Stingo, profesan las nuevas formas amenazando de que todo será diferente y sin escuchar al del frente.
La política, que debiera ser un espacio de deliberación, se ha convertido en un escenario de confrontación permanente. El “empate” constante con esa lógica infantil de que nadie puede quedar arriba del otro, reemplazó a la autocrítica, al acuerdo y al mínimo sentido de responsabilidad histórica. Aquí nadie se equivoca, nadie asume errores, nadie aprende. Todo es culpa del otro, siempre.
Este deterioro no es solo estético o comunicacional y tiene consecuencias profundas. Cuando los líderes políticos muestran escasez intelectual, incapacidad de argumentar y una preocupante falta de preparación, el mensaje que se transmite es devastador. Porque no importa saber, no importa pensar, no importa construir. Basta con gritar más fuerte, insultar primero o victimizarse mejor.
En ese clima, la inseguridad crece. No solo la delincuencial, sino la más peligrosa de todas: La inseguridad institucional y social.
Se empieza a desconfiar de todo, a mirar la política como un circo inútil, y a percibir que nadie está realmente pensando en el futuro. Y así, comienza a quedar el terreno fértil para el autoritarismo, el populismo o el simple abandono cívico.
En Magallanes la decadencia es peor, ya que con desafíos estructurales como el aislamiento, el desarrollo productivo, el empleo, la conectividad, y la energía, la política ruidosa y poco efectiva nos va echando cada vez más tierra. Y seguimos viendo a dirigentes más preocupados de la pelea interna, del cálculo menor o de la cuña fácil, que de construir una visión seria para el territorio.
Con un infantilismo político que se expresa en gestos, en declaraciones altisonantes, en redes sociales convertidas en trincheras. se detecta fácilmente que ceder es perder y dialogar es traicionar. No hay humildad intelectual, y menos una reflexión profunda.
Con este tipo de política, nuestro futuro no se ve bien. Porque los problemas reales no se resuelven con insultos ni con relatos simplistas. Todo lo contrario. Se resuelven con ideas, con trabajo serio, con liderazgo y con una mínima capacidad de autocrítica.
Y así las cosas… ¿Están nuestros políticos a la altura del momento que vivimos? Hoy, lamentablemente, la respuesta parece cada vez más distante del sí. Y mientras sigamos a la deriva, la decadencia será de los proyectos colectivos que dicen representar.
Por Mauricio Vidal Guerra, periodista, director ZonaZero.cl
