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El aislamiento persistente que complica absolutamente todo [Por Mauricio Vidal Guerra]

La región arrastra, desde su incorporación al territorio nacional, un problema estructural que sigue marcando su desarrollo: La conectividad. A pesar de los avances tecnológicos y de infraestructura en otras zonas del país, el extremo austral continúa enfrentando un aislamiento que condiciona la vida cotidiana de sus habitantes, encarece los costos y profundiza la desigualdad territorial respecto del resto de Chile.

Uno de los principales factores de esta desconexión es el alto costo del transporte aéreo. Para los magallánicos, viajar al centro del país no es una opción accesible ni cotidiana, sino muchas veces una necesidad costosa e inevitable. Los pasajes aéreos entre Punta Arenas y Santiago suelen alcanzar valores muy superiores al promedio nacional, especialmente en temporada alta, transformándose en una barrera para estudiantes, trabajadores, pacientes que requieren atención médica especializada y familias que mantienen vínculos fuera de la región. La escasa competencia aérea y la limitada oferta de vuelos profundizan este problema, dejando a la región prácticamente cautiva de un mercado reducido.

A ello se suma una deuda histórica del Estado, que es la inexistencia de una ruta terrestre continua “Chile por Chile”. Magallanes es la única región del país que no cuenta con conexión vial directa con el resto del territorio nacional sin pasar por un país extranjero. Para trasladarse por tierra es necesario ingresar a Argentina, con múltiples pasos fronterizos, trámites aduaneros, pésimos caminos, y condiciones climáticas adversas que muchas veces interrumpen la conectividad. Esta situación no solo afecta a los habitantes, sino también al transporte de carga, al turismo y a la integración efectiva del territorio nacional.

El desarrollo portuario, que podría ser una alternativa estratégica para una región marítima por excelencia, tampoco ha alcanzado el nivel necesario para suplir estas carencias. Pese a su ubicación privilegiada en el extremo sur y su cercanía con rutas antárticas y oceánicas, Magallanes carece de un sistema portuario robusto, moderno y plenamente integrado a una política nacional de conectividad. La falta de inversiones sostenidas en infraestructura portuaria y transporte marítimo limita el cabotaje, encarece los costos logísticos y reduce las posibilidades de fortalecer la conectividad interna y con el resto del país.

Este aislamiento no es solo un problema geográfico, sino también político y estructural. La conectividad en Magallanes ha sido abordada de manera fragmentada, sin una visión de largo plazo que reconozca su condición de zona extrema. Mientras no se garantice un sistema de transporte aéreo accesible, una ruta terrestre soberana y un desarrollo portuario acorde a su importancia estratégica, la región seguirá enfrentando barreras que frenan su crecimiento y afectan la calidad de vida de sus habitantes.

En un país que se define como largo y diverso, la situación de Magallanes sigue siendo un recordatorio de que la integración territorial no puede depender únicamente del mercado o de soluciones parciales. La conectividad en la zona austral no es un privilegio, sino una necesidad básica para asegurar equidad, desarrollo y verdadera presencia del Estado en el extremo sur de Chile.

Por Mauricio Vidal Guerra, periodista, director ZonaZero.cl