«Líbranos de aquel que nos domina en la miseria, tráenos tu reino de justicia e igualdad».
Víctor Jara
El Arte y la Cultura fueron las primeras cosas que se convirtieron en enemigos de la Dictadura en 1973. Los militares queman libros, discos, historietas, declaran como enemigo al “Charango”, es más, se prohíbe un libro que tenía como título “El Cubismo” (imaginaban que tenía que ver con Cuba), la censura comienza a reinar.
Víctor Lidio Jara Martinez, 40 años, fue detenido el 13 de Septiembre de 1973, su cuerpo fue encontrado el 16 de Septiembre con 44 impactos de bala.
Víctor Jara, sin lugar a dudas, es uno de los grandes iconos de nuestra cultura, él, junto a Violeta Parra y Jorge González, han logrado trascender la frontera de nuestro país.
El músico es un referente internacional de la canción de protesta y fue parte del emblemático movimiento “Nueva canción Chilena”.
Fue también un destacado director de teatro que destacó mucho en su generación. En el libro “Canto Truncado”, que escribió su esposa Joan Jara, contaba una anécdota, cuando fue a Inglaterra en una gira de actuación, Víctor estaba muy motivado porque él quería conocer el país de origen de “The Beatles”. Era un fanático del cuarteto de Liverpool.
Víctor Jara y “Los Blops” editaron el álbum “El Derecho a Vivir en Paz” en 1971 (por el sello DICAP) y su canción homónima fue una de las más emblemáticas de su gran repertorio. Según cuentan las crónicas, Los Blops no eran muy apreciados por quienes acompañaban el proceso de la Unidad Popular en Chile.
En un video el destacado músico de EE.UU., Tom Morello (“Rage againts the machine”, “Audioslave”), manifestaba: “Víctor Jara continúa luchando y cantando en cada uno de nosotros y nosotras».
La primera vez que Bruce Springsteen visitó chile realizo un homenaje cantando “Manifiesto” e introdujo el tema con estas palabras: “Si eres un músico político, Víctor Jara es una gran expresión, es un honor estar aquí”.
El destacado comunicador Alfredo Lewin, afirma que Víctor Jara es nuestro Bob Dylan, esa afirmación es real, su transcendencia y su obra nos indican que Lewin no estaba equivocado.