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Un gobierno mudo en Magallanes: El silencio también es una decisión política [Por Mauricio Vidal Guerra]

En nuestra región se ha instalado una percepción cada vez más extendida y difícil de ignorar: el Ejecutivo regional prácticamente no habla. O habla poco, tarde y mal. En una zona extrema, compleja y estratégica, el silencio de las autoridades no es una anécdota, es un problema político y democrático. El delegado presidencial regional mantiene una presencia pública mínima. Sus apariciones son esporádicas, medidas al milímetro y, por lo general, carentes de profundidad. No hay una vocería política clara, no hay conducción comunicacional y no existe una narrativa que explique, defienda o incluso problematice las decisiones del gobierno en el territorio. En los hechos, hace rato que tenemos un gobierno mudo…

Por si fuera poco, el cuadro se agrava cuando se observa el comportamiento de gran parte de los seremis. Son autoridades que, en la práctica, no dan entrevistas, eluden a los medios regionales o simplemente derivan todo a comunicados escritos sin posibilidad de repreguntar. Cuando acceden a hablar, esperan un trato más cercano a las relaciones públicas que al ejercicio periodístico.

Hace unos días, un nobel locutor presentaba orgulloso su forma de hablar con un político, sin contrapreguntar, sin incomodar, sin hacer periodismo, interpretando que el dejar hablar al invitado sin interrumpirlo, es la forma en que tendrá más y más invitados… Claro, cuando se hace relaciones públicas pasa eso.

Porque resulta que hay una incomodidad evidente frente a la pregunta crítica. Desconocimiento y poca preparación por un lado, y por otro la no tolerancia a la repregunta. Molesta el contrapunto y se percibe cualquier consulta incómoda como un ataque. Esta lógica es particularmente grave en cargos que, por definición, son políticos y requieren capacidad de explicar, argumentar y enfrentar escenarios adversos.

Asimismo, parte del problema parece tener origen en la escasa preparación de varias autoridades para asumir responsabilidades de esta magnitud. (Y también de la preparación de quienes deben entrevistar). Pero no se trata solo de conocimientos técnicos, sino de competencias políticas básicas: manejar crisis, comunicar decisiones impopulares, enfrentar conflictos sociales o rendir cuentas ante la opinión pública.

En lugar de comprender que los medios regionales cumplen una función de control y canalización de las inquietudes ciudadanas, algunas autoridades optan por replegarse, aislarse y hablar solo en entornos cómodos. Esa decisión con la prensa termina siendo también una desconexión con la realidad del territorio.

Lo más preocupante es la mezcla de silencio y soberbia. Silencio para evitar errores, pero soberbia para no reconocer falencias. Se observa una dificultad profunda para asumir críticas, corregir rumbos o aceptar que comunicar mal —o no comunicar— también es gobernar mal.

En tiempos de crisis, conflictos sociales, problemas de gestión o incertidumbre económica, el silencio institucional no reduce el conflicto: lo agrava. Cuando las autoridades no explican, otros interpretan. Cuando no informan, se instala la desconfianza. Cuando no enfrentan preguntas, el vacío se llena de rumores, molestia y desgaste político.

En una región como Magallanes, donde la distancia con el poder central ya es estructural, la ausencia comunicacional del gobierno tiene un impacto aún mayor. No se gobierna solo con reuniones internas o comunicados estériles. Se gobierna dando la cara, respondiendo preguntas y asumiendo costos.

Un gobierno que no habla, que no explica y que no dialoga termina pareciéndose peligrosamente a un gobierno que no escucha. Y cuando eso ocurre, la crisis ya no es solo comunicacional: es política, institucional y profundamente democrática.

Por Mauricio Vidal Guerra, periodista, director de ZonaZero.cl