El analista político y empresario, Tomás Mosciatti (61) conversó con La Nación de Buenos Aires y dejó un análisis cargado de polémica.
El artículo figura como el más leído de hoy 31 de mayo del diario trasandino.
En su intervención dijo que el peligro de Chile no era terminar pareciéndose a Venezuela sino a la Argentina. El director de Radio Bio Bio reparte culpas, acerca del escenario chileno, pero pone el acento en las históricas acciones de gobierno de la izquierda y de la derecha.
Además hace una brutal disección de la cultura joven en el país que no deja de ser una hipótesis fuerte acerca de las nuevas generaciones y su modo de ver la realidad.
“Hay un cambio cultural gigantesco. El clivaje democracia-dictadura hoy es distinto: ahora es liberalismo o antiliberalismo. Y ese clivaje lo perdió la centroizquierda porque la gente hoy los asocia al neoliberalismo, por lo que tiene la disputa política absolutamente perdida. Cuando la centroizquierda comenzó a gobernar en Chile estaba conformada por partidos que se habían renovado, pero muchos de ellos venían del marxismo y ocurre que, como había caído el muro de Berlín hacía poco, se quedaron sin referencias. La única referencia que tuvieron fue el modelo económico de Pinochet que, con modificaciones, con alteraciones, empezaron a administrar y les fue bien. El país creció por casi 30 años, ellos estuvieron tranquilos, y les gustó el ejercicio del poder”, dijo Mosciatti.
“Exacto, fundamentalmente las promesas de mercado. Así como los economistas de Pinochet repetían como mantra algunas cosas, la centroizquierda también las comenzó a refrendar. Y decían que el mercado era el mejor asignador de recursos. O para que hubiera mercado tenían que tener muchos oferentes y muchos demandantes, además de realzar el valor de la meritocracia. Pero resulta que el mercado se concentró, la meritocracia no funcionó -porque estaban siempre los mismos-, y se comenzaron a degradar lentamente las instituciones por pequeños signos que nunca fueron abordados y, finalmente, se produjo su desfonde. Entonces con el estallido social se originó un vuelco que no es sólo político, sino cultural. Hoy lo predominante tiene que ver con los jóvenes chilenos, que piensan de una manera totalmente distinta y con una clase política que no fue capaz de verlo ni procesarlo. Por eso, hoy esos representantes tienen que jubilarse”, sigue.
“La desigualdad no movilizó sólo a los jóvenes. Hay estudios que indican que las persones prefieren tener algo peor con menos desigualdad, que algo mejor, pero con más desigualdad. La desigualdad es una cosa terrible porque las personas tienen su vida totalmente determinada desde que nacen. ¿De qué méritos me hablan cuando los alumnos no tienen posibilidades porque las empresas apartan los curriculums de quienes viven en barrios más modestos? En Chile la desigualdad es enorme y los jóvenes hoy están pensando de otra manera: los jóvenes no quieren tener auto, prefieren tener bicicleta. O quieren trabajar cuatro días a la semana y tener más tiempo libre, aunque ganen menos. No se casan, no quieren tener hijos y prefieren tener una mascota. Los jóvenes son capaces de vivir en pisos de 40 metros cuadrados y ser felices. Entonces el país cambió una enormidad y la clase política no fue capaz de darse cuenta de lo que pensaban e incorporar temas como las cuestiones medioambientales”, agrega.
“¿La derecha chilena se quedó sin relato?”, le preguntan.
“Absolutamente. Ni siquiera ha sido capaz de resguardar algo que para el sector es primordial, que era el orden público. Es decir, nunca ha habido tanto desorden público como el que se dio justamente en un gobierno de derecha como éste. No hay gobernabilidad. Y el tema es profundo porque la derecha habló de mérito y en Chile no hay mérito. La derecha habló del valor del trabajo, cuando en Chile la gente recibe dinero más por las actividades financieras que por el trabajo. Son contradicciones permanentes del sector que nunca fueron solucionadas y, cuando trató de defender el modelo a última hora, la derecha no fue capaz de hacerlo. Hubo muchísimas oportunidades para mejorar el sistema de pensiones y AFP (administradoras privadas de los fondos de pensión), y tampoco hubo espacio para hacerlo”, responde.
“El proceso argentino tiene un problema y es que el kirchnerismo ha tenido numerosos actos de corrupción. Las personas que están intentando gobernar en Chile tienen una historia limpia porque no han gobernado. No sabemos si la van a tener en el futuro, pero eso marca una diferencia muy grande. Sí es posible que en Chile haya una tentación de tener una política clientelista; es decir, que los bonos no sean transitorios sino permanentes, que el dinero de las jubilaciones se utilicen durante seis o siete años en bonos permanentes que cambien la mentalidad del país. El peligro está en que Chile se parezca a la Argentina y no a Venezuela, porque en Chile las Fuerzas Armadas no estarán comprometidas, como sí ocurre en Venezuela”, concluye.