En julio de 1974 comenzó a regir la nueva división política administrativa del país. El austro pasó a denominarse como Décimo segunda región de Magallanes y Antártica Chilena.
Para impulsar esta nueva etapa, el general Pinochet, había agregado al cargo de presidente de la Junta Militar de Gobierno, el título de Jefe Supremo de la Nación, rango auto conferido el 27 de junio de 1974.
Sin imaginarlo en ese momento, Pinochet iniciaba así un período de roces con varios generales del Ejército y en particular, con el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, el general Gustavo Leigh Guzmán.
En silencio, Pinochet tomaba una serie de decisiones que implicaba, por un lado, adquirir sucesivamente más poder político que los otros miembros de la Junta, y por otra parte, se evidenciaba una idea o proyecto que molestaba a muchos integrantes de los altos mandos de todas las instituciones castrenses: la posibilidad que Pinochet involucrara a las Fuerzas Armadas en un gobierno de largo plazo, y que la dirección de ese poder, se concentrara en el comandante en jefe del Ejército.
Dentro de los militares que poco a poco se fue distanciando de Pinochet, se hallaba el antiguo General de Brigada y Director de los servicios de Inteligencia Militar del Ejército, Augusto Lutz Urzúa.
Este oficial fue uno de los principales generales comprometidos con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. De hecho, el 28 de septiembre de ese año, Pinochet lo nombró secretario de la Junta Militar, un cargo estratégico que le permitía estar en conocimiento de cada uno de los pasos y de las determinaciones que adoptaban los comandantes en jefe y de las resoluciones que se tomaban como Junta de Gobierno.
Lutz sin embargo, al igual que otros generales, veía con preocupación el creciente poder y el grado de confianza que iba adquiriendo el coronel Manuel Contreras Sepúlveda, aprensiones que se intensificaron en junio de 1974, cuando Pinochet ordenó la creación de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
En la práctica, significaba la formación de un organismo que actuaba en paralelo y en forma independiente, a los demás institutos de inteligencia que disponían las distintas ramas de las Fuerzas Armadas.
Pero, lo que más disgustaba a los generales, era el aplomo y la seguridad que demostraba el coronel Contreras y su cercanía con Pinochet. Pronto quedaría de manifiesto que la DINA no sólo vigilaba y controlaba el accionar de civiles; su radio de acción se extendería rápidamente al ámbito militar.
En esta condición, y ante un panorama nebuloso, se produjo el nombramiento de Augusto Lutz Urzúa, como Primer Intendente de la recién creada Región de Magallanes y Antártica Chilena. Una de sus primeras medidas como primera autoridad regional, fue ordenar a fines de septiembre de 1974, el cierre del campo de prisioneros de isla Dawson y ordenar el traslado de cientos de reclusos a otros centros de detención.
Lutz tuvo que hacer frente con un desastre medio ambiental que tuvo amplia cobertura periodística mundial. El 10 de agosto de 1974, a la salida de Primera Angostura, se producía el varamiento del gigantesco buque petrolero holandés “Metula”, que mantuvo en vilo a la región, durante más de un mes. Aquí se consiguió un espléndido trabajo de desinformación, que permitió fijar la atención de los magallánicos en las diversas formas de procedimiento de salvataje del buque tanque, mientras se omitía entregar información sobre los altísimos niveles de contaminación que alcanzaban las costas del estrecho, como producto de las miles de toneladas de crudo que diariamente salían de las entrañas de la nave.
El general Lutz se enteró, estando como Intendente de nuestra región, del asesinato del antiguo comandante en jefe del Ejército y vicepresidente de la república durante el gobierno de la Unidad Popular, el general Carlos Prats González y de su esposa, Sofía Cuthbert, en Buenos Aires, el 30 de septiembre de 1974.
Lutz, al igual que varios generales, sospechaba lo peor. Estaba convencido que el atentado había sido planificado en Chile y que detrás de todo se hallaba la DINA.
En esta truculenta atmósfera se desarrolló el 18 de octubre una junta de generales en que Pinochet habría espetado a los generales Oscar Bonilla y Augusto Lutz, principales opositores de la intromisión de la DINA y al aumento en el control de información obtenida por el coronel Manuel Contreras, cuando les gritó “La DINA soy yo”. Se dice que esa noche Lutz tomó la decisión de acogerse a retiro voluntario del Ejército.
De allí en más, la historia tomaría un dramático giro. De regreso en Punta Arenas, después de haber asistido a un cóctel, se sintió indispuesto, lo que obligó a hacerle una operación la que resultó un desastre por error del diagnóstico que había detectado várices esofágicas. La intervención quirúrgica derivó en una septicemia, debido a que Lutz padecía en realidad, de úlcera.
El general fue derivado de urgencia al Hospital Militar de Santiago. A partir de allí los días del general Intendente estarían contados. Un médico llamado Patricio Silva Garín -el mismo que en marzo de 1974 atendiera a un desfalleciente José Tohá y que años más tarde fuera cabecera de Eduardo Frei Montalva- se haría cargo de un infortunado Augusto Lutz.